Pedro Infante vive en la farse del aeropuerto

En mi cada vez más lejana infancia, ser considerado rico era poco menos que detestable.  Recuerdo una competencia que tenía con uno de mis primos para ver quien conservaba el "privilegio" de la pobreza.  Yo llevaba las de perder porque mi papá tenía un auto (un vocho más bien modesto que había que meter a la cochera a través de dos piedrotas: nuestra cochera no tenía declive), así que yo aprovechaba cada vez que me enteraba que la mama de mi primo iba al banco para tomar ventaja: "los ricos son ustedes".

No tendría que pasar de un anecdótico juego de niños, sino fuera por el hecho que el estigma de la riqueza corruptora y la pobreza benefactora parece aún persistir.  "Pobre pero honrado" era una frase de cuño común que denota que "los ricos" lo son a través de medios deshonestos.  Películas como las protagonizadas por Pedro Infante, "Nosotros los pobres" y "Ustedes los ricos", son la apoteosis de la distinción: los pobres son los protagonistas, los buenos, "somos nosotros"; los ricos, los antagonistas, los aprovechados, "los otros".

El día de mañana será la ceremonia de inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.  Seguramente habrá celebración y las huestes cercanas al gobierno hablarán maravillas de un aeropuerto que sólo manejará nueve vuelos al día y con una sola ruta fuera del territorio nacional, a Caracas, Venezuela (lo cual encumbra el AIFA a categoría “internacional”).

Celebrar la inauguración del AIFA como reemplazo del aeropuerto en Texcoco (NAIM) que este gobierno canceló, es pregonar al mundo que hemos decidido seguir siendo “pobres pero honrados”.  Como país, le dimos la espalda a un aeropuerto de primer mundo, que convertiría a la Ciudad de México en el punto de conexión mundial hacia América Latina, y que dotaría de empleos a miles de mexicanos en unas instalaciones chingonsísimas (¿a quién no le enorgullece trabajar en un lugar bonito y moderno?), y para empresas de prestigio (es atractivo para las empresas tener presencia en un lugar donde el flujo de personas se cuenta por millones).  El estigma se impuso: el NAIM (bonito, moderno, funcional) era para ricos, para los otros, para “ustedes”.  

En cambio, nos hemos quedado con un aeropuerto cuyo mayor atractivo parecen ser sus baños, que generará más problemas aeronáuticos en el valle de México y cuyo costo es como haber construido dos aeropuertos del erario (115mdp para construir el AIFA más entre 113 y 332mdp por cancelar el NAIM).  ¿Qué más da?  Tenemos al Santo pintado en los baños.  Este aeropuerto jodido e insuficiente es la muestra que le hemos dado la espalda a la generación de empleos y a nuestra oportunidad de tener un rol protagónico en las cadenas de suministro globales.  

Si Pedro Infante viviera, estaría orgulloso: este aeropuerto es el símbolo de nuestra exaltación de la pobreza.

 

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