El brindis permitido.


Desde que los regidores del Ayuntamiento de Guadalajara rechazaron el proyecto de construir la Villa Panamericana con motivos de los juegos que están por concluir, me he manifestado en contra de todo lo que tenga que ver con los susodichos Juegos. Me frustra que hayamos desaprovechado la excusa de los Panamericanos para revitalizar una parte del centro de la ciudad, en la cual la marginación, la falta de oportunidades y la abundancia de los llamados giros negros es más que evidente.
Mi diagnóstico era, que los Juegos serían un rotundo fracaso que terminaría por evidenciar la incompetencia de las autoridades de la comarca así como la adversa realidad en la que transitamos los tapatíos día con día. Mi diagnóstico fue erróneo. La inauguración de los Juegos, aunque carente de las excentricidades que de vez en vez se manifiestan en eventos de éste tipo, fue espectacular y de una calidad extraordinaria. A la mitad de la transmisión, una sensación cercana al arrepentimiento me invadió, por haberme perdido una ceremonia única e irrepetible, que además estaba a no más de cuarenta minutos de mi casa… Bueno, hasta un par de ovaciones hacia el Presidente Calderón quedarán registradas para la posteridad.
En el plano estrictamente deportivo, México quedo cuarto en el medallero Panamericano, rompiendo su propio récord en todos los metales: 38 preseas áureas, 39 de plata y 48 de bronce. Éste dato en sí, es suficiente para congratularnos como país. Es cierto que las instituciones deportivas están invadidas por una corrupción endémica ("el hermano incómodo" que revende los boletos que el titular del Comité Olímpico Mexicano le cedió es un ejemplo patéticamente ilustrativo) y que todos los órdenes de gobierno muestran un desdén obvio al momento de incorporar el deporte a los planes de gobierno y a las políticas públicas.
En estos duros años que hemos padecido como Nación, con durísimos problemas de violencia, con un nivel educativo terriblemente rezagado, con un entorno económico adverso y una cadena productiva que va sobreviviendo día con día, me parece que bien podemos tomarnos un par de copas a la salud del buen desempeño de la delegación mexicana en ésta noble y leal ciudad. Es inadmisible una borrachera, con todo lo que nos queda pendiente por recoger en la casa, pero sí podemos ofrecer un brindis como reforzamiento positivo por el éxito obtenido por nuestros deportistas; un brindis, sobretodo, porque nos dieron una excusa para sonreír y para concebirnos no sólo competitivos, sino incluso triunfadores.

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